Mesures à 2 temps
Rec uerde el alma dorm ida,
A vive el seso y des pierte contemp land o
C ómo se pasa la v ida,
C ómo se viene la m uerte tan call ando ,
Cuán p resto se va el plac er,
Cómo, desp ués de acord ado, da dol or;
C ómo, a nuestro parec er,
Cualquiera t iempo pas ado fue mej o- - - - - - o r.
Nuestras vidas son los ríos
Que van a dar en la mar, que es el morir;
Allí van los señoríos
Derechos a se acabar y consumir;
Allí los ríos caudales,
Allí los otros medianos y más chicos,
Y llegados, son iguales
Los que viven por sus manos y los ricos.
Este mundo es el camino
Para el otro, que es morada sin pesar;
Mas cumple tener buen tino
Para andar esta jornada sin errar.
Partimos cuando nacemos,
Andamos mientras vivimos, y llegamos
Al tiempo que fenecemos;
Así que cuando morimos descansamos.
Los placeres y dulzores
De esta vida trabajada que tenemos,
No son sino corredores,
Y la muerte, la celada en que caemos.
No mirando nuestro daño,
Corremos a rienda suelta sin parar;
Desque vemos el engaño
Y queremos dar la vuelta, no hay lugar.
Esos reyes poderosos
Que vemos por escrituras ya pasadas,
Por casos tristes, llorosos,
Fueron sus buenas venturas trastornadas;
Así que no hay cosa fuerte,
Que a papas y emperadores y prelados,
Así los trata la muerte
Como a los pobres pastores de ganados.
Aquél de buenos abrigo,
Amado por virtuoso de la gente,
El maestre don Rodrigo
Manrique, tanto famoso y tan valiente;
Sus hechos grandes y claros
No cumple que los alabe, pues los vieron,
Ni los quiero hacer caros
Pues que el mundo todo sabe cuáles fueron.
Después de puesta la vida
Tantas veces por su ley al tablero;
Después de tan bien servida
La corona de su rey verdadero:
Después de tanta hazaña
A que no puede bastar cuenta cierta,
En la su villa de Ocaña
Vino la muerte a llamar a su puerta,
Diciendo: «Buen caballero,
Dejad el mundo engañoso y su halago;
Vuestro corazón de acero,
Muestre su esfuerzo famoso en este trago;
Y pues de vida y salud
Hicisteis tan poca cuenta por la fama,
Esfuércese la virtud
Para sufrir esta afrenta que os llama.
Así, con tal entender,
Todos sentidos humanos conservados,
Cercado de su mujer
Y de sus hijos y hermanos y criados,
Dio el alma a quien se la dio
(en cual la dio en el cielo en su gloria),
Que aunque la vida perdió
Dej ónos harto c onsuel o su mem o - o - r ia.